Estoy en una reposera, en la playa, con un libro, en un impase,
los veo llegar, son las cinco de la tarde, el sol de junio, todavía
a pleno, pero ya se nota que atardece, tienen 15 o 16 años, ella una morenita
casi mulata, bajita, llena de curvas y turgencias, con el pelo totalmente enrulado
recogido en una cola, él un flaquito esmirriado, solo unos centímetros más que ella
de altura, con el corte de pelo de rigor de todos los adolescentes, se tumban
casi frente a mi, se sacan las remeras y se abrazan, ella esta sobre él, y se
besan, no hay nada sexual y todo es sexual, no exageran, hablan despacio,
pero se nota que de cualquier cosa, el mundo ha desaparecido para ellos,
el alarga la mano, le acaricia los muslos, los cachetes de manzana, que
parecen exhalar aroma a fruta, ella lo besa otra vez, se acomoda mejor,
le revuelve el pelo, y hablan, y no hay nada promiscuo, solo dos adolescentes
que se desean, que no muestran excitación , solo deseo, de tocarse de sentirse,
de intimar, yo estoy mirándolos, sin lascivia alguna, me inspiraban ternura
paz, la playa de fondo, el sol que empieza a caer y los cubre de sombras,
convirtiéndolos en un cuadro en blanco y negro, allí quedaron abrazados,
deseosos, urgentes y pacientes, seguro soñando que ese momento sea
eterno, enamorados hasta donde se puede, sin que nada importe más que
ese instante.
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