Una sola palabra tuya
honesta, coherente, viva
hubiese bastado
para acallar tanto bullicio infernal.
Una sola palabra, que salga disparada
como una bala cargada de pólvora o
de pétalos de rosa.
Una sola palabra,
que silencie el ruido acústico de tantas
otras vacías, resecas, envueltas en papel
usado.
Una sola palabra
o quizás dos, sin segundas intenciones
sin vueltas de tuerca oxidada y sin limitaciones.
Una sola palabra
o quizás tres, susurradas de pronto y sin
anticipaciones exaltadas, que reboten
contra la pared.
Una sola palabra ó cinco o seis , antes de
dejar que el abismo se abra bajo nuestros pies.
Esas únicas palabras, hubiesen sido el
antídoto a tanto veneno elaborado a base de
conclusiones , sin lugar para las emociones.
Una sola palabra
o cuatro o siete, aunque no fuesen
aquellas que quería oír , hubiesen dejado un
rastro invulnerable, aplacando la angustia
y así dar paso al duelo, tan necesario, como
implacable.
Todo, menos el silencio, sin palabra alguna,
tan ruidoso, frio y doloroso.
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