Desde algún lugar adormecido, escucho llegar
recuerdos que aparecen por el patio trasero, con
un leve aroma a polvillo de violetas, que cae y
se desparrama sobre fechas olvidadas y nombres
persistentes, aterrizando como piedras que impactan
en el vidrio y un rumor siempre verde que no permite
la amnesia , me devuelve a la infancia tan lejana que
se acerca despiadada al jardín donde jugaba sobre
la hierba mojada.
Y lo que pasó ayer me es totalmente ajeno e intrascendente
mientras que una mañana de julio anciana, escarchada y
penitente, hace crujir mis botas rojas de adolescente.
Como volver al presente? ignorando los muros donde
se trepaban las hojas verdes de la parra vieja, los olores
tan potentes que brotaban de la tierra y parían como un
vientre.
Como conjugar esa agonía de vernos morir en cada
tiempo, renaciendo enclenques de tanta ausencia aniquilada
de silencio de esas voces estridentes, ahora tan calladas.
Habrá que aprender a poner el polvillo de violetas en la punta de
los dedos y soplarlos como pétalos recién nacidos hasta que
se conviertan en cenizas de un fuego ya extinguido.
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