Hay gente que nace sin alma, no lo saben claro y no habrá quién lo confirme desde el ámbito de la ciencia.
Esta anomalía se irá manifestando desde la cuna, y ese vacío se alimentará con leche tibia del seno materno, consumida en forma voraz y demandante.
Crecerá siempre con sed y con hambre, porque ese ser carente de alma, nunca se sentirá satisfecho.
La gente sin alma, no vive, dura, no da, no puede dar, solo se queda en guardia a la espera de
lo que recibe.
Que por cierto siempre juzgará como poco o nada.
Se protegerá de todo y de todos, porque sin alma, no tendrá donde parapetarse, para saltar o para arriesgar.
Son seres que pasan invisibles ante los ojos y el olfato animal, porque ellos son tan perceptivos,
que no logran detectarlos.
La gente sin alma, se nutre de almas ajenas, las consume, las quema, se las traga como el fuego a la madera.
Cuando te topas con alguien sin alma, te lleva de a poco a su propio vacío, te invita a corromper,
tu alma comprometida, te arrastra con malicia y astucia a un pantano, del que no te ayudará a salir.
A veces se camuflan de buena gente, con la lagrima de cocodrilo oportuna y fugaz y la cuota justa de desmemoria e ingenuidad, para causar el efecto a medida de lástima y piedad.
Hay que tener cuidado, porque son coleccionistas de almas, te la roban, te la rompen, y como el alma no se puede implantar, la dejarán tirada, y saldrán una vez más a cazar.!
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