Desconfío fuertemente de los que se escudan de todo y de todos,
con aires amables y hablando en voz baja.
De los que no gesticulan, ni muestran su intención.
De los que piden favores, mientras dicen, si no podés no importa.
De los desmemoriados eternos, que cuando algo se derrumba,
esgrimen, yo te lo dije, no te acordás.?
Desconfío de los que hablan en diminutivo, cuando te quieren
convencer de un falso argumento.
Desconfío de los que dicen haberte pedido perdón mil veces,
haciendo alarde de su caridad e ignorando que han incurrido en
la misma falta 999 veces antes.
Desconfío de los que mienten por mentir, incluso perjudicándose a
si mismos y subestimando a quién tienen enfrente.
Desconfío de la gente que no se involucra, que se preserva de
los vivos y de los muertos.
De lo que pudiendo no hacen y buscan culpables, afuera y adentro.
Desconfío de los que no quieren hablar de su propia muerte,
como si eso los alejara de su vida inerte.
De los que viven aferrados a las cosas, de los tacaños, de esos
desconfío más que de los engaños.
Desconfío de los que no tienen humor, de los que creen que el
mundo les debe algo.
De los que hablan bonito y pausado, mascando bronca.
De los que esconden siempre un as en la manga.
De los tarados, de los piojos resucitados , de los que se convierten
en masa para justificar su corrupción y en únicos para exigir justicia.
Y por sobre todas las cosas, desconfío hasta los huesos,
de los necios, los hipócritas, los negadores, que no acompañan
una sola de sus palabras con hechos.
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