Una extraña sensación de ahogo se le instala en la garganta,
se atrinchera contra los vértices que lo hacen sentir seguro,
el silencio es atronador, no corre una gota de aire, solo algunos
haces de luz que se filtran caprichosos, grita, aúlla, pero el sonido
se pierde, los ruidos del exterior son genuinos, los escucha una
vez más, despierto en medio de la noche.
Aguanta la respiración agudiza el oído y nada, los ruidos desaparecen,
nada.
La oscuridad lo envuelve, es absoluta.
No tiene ni idea de la hora que es, intenta relajarse, pero no tiene margen
de movimiento, apenas unos mezquinos centímetros , nota sus piernas y sus brazos
entumecidos, pero ya no siente dolor.
El pavor es tal que no hay forma de evadirlo, no está soñando, las sombras
se agigantan, sabe que está acorralado, no es un sueño, no lo es, los límites
son reales, tiene sed, tiene miedo, el aullido se ahoga ante la sombra que se
cierne sobre él, monstruosa, amenazante.
Ya no hay más dolor, solo terror, alguien le tapa la boca, es una mano conocida
puede identificarla por el aroma de la piel, le cubre los labios,
y la nariz y ya no siente dolor, solo es otro día más en el ataúd y van
siete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
la que modera los comentarios es rubia, sabrán entender, ustedes tranquilos, comenten sin miedo, eso de la moderación es puro cuento, porque además de rubia es ARGENTINA.