No podría sentir más terror, ni mas incertidumbre de asomarme al abismo,
que en esta hora, donde con la humilde intención de rendirte un homenaje,
tengo que aplicar mi anémica prosa, y se me atenazan los dedos y se me nubla
la mente, con esa mezcla de respeto, admiración y sumisión que despierta
en mí tu basta, magnifica e inconmensurable obra.
Uno no es lo que escribe, si no lo que ha leído decías, y por eso me tiembla
la mano y mi pensamiento esta en tinieblas, como tus ojos.
No existe en cuanto a lo literario, nada, que no hayas mejorado, agigantado y
transformado, en cada cuento, poema, parábola, relato, ensayo o anécdota y
que como un cirujano experto, no hayas revivido con la hospitalidad de tu pluma.
Como podría yo evitar mi propia abyección, de ser una espía de laberintos que
obligan a empujones a leer un texto diez veces, para comprender la simple profundidad
de un concepto, que uno se niega a entender con el intelecto, y solo pretende que
le entre por los ojos.
Así me siento, sin estar segura de existir, cuando me rindo ante tanta hermosura
desgarrada, con tanto humor encerrado entre líneas y tanto cinismo honesto.
Cuando hablas de vos, como del otro, , hablas de lo humano, que todos somos y
negamos, te despegas casi al borde de los girones de la piel, para mirarte y hacerme
mirar y te sincerás en tu inmensidad, sabiéndote abstemio, tímido, cobarde y vanidoso.
Para justificarte después, en tu literatura, como ningún otro pudo ni podrá hacerlo jamás.
Creo como vos, que Dios no acepta sobornos, aunque no creo en su existencia, si creo
en la aberración de los que piensan que con ofrendas calman sus miserias.
Creo que sí, que todos caminamos hacia el inevitable anonimato, pero que es cierto
que los mediocres llegan un poco antes y también creo que amenazar de muerte, es la
única forma de amenaza que estimamos letal, cuando lo interesante sería amenazar con
la inmortalidad, porque al final esta sería la mejor forma de venganza y
la única capaz de llegar al perdón y al olvido.
Tengo mi propia y subjetiva versión de como eras, ese otro que tanto negabas y al
que poco a poco le fuiste cediendo instantes para sobrevivir, aunque con tu inteligencia
descomunal y a consciencia , podías manipularlo, para falsearlo y magnificarlo.
Así fue tu vida, creo, una fuga, un ir perdiéndolo todo, porque al final todo es el olvido
o todo es el otro que nos habita.
Como un actor que sale a escena, despegado de sí mismo, pero que busca en su psiquis
las herramientas, para que el texto fluya como propio, aún recreando palabras ajenas, que
de algún modo le pertenecen, y entonces recita:
-Una espada para la mano que ganará un reino, y perderá un reino.
-Un espada que derribará la selva de lanzas-
Tu espada fue tu pluma, que desde las tinieblas de tus ojos y la brillantez de tu mente,
podía atravesarlo todo, hasta el eco silencioso de la muerte.
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