Como encontrar pedacitos de sol, entre tanta muerte, tanto pavor y culpas,
con la disyuntiva eterna de hallar el antídoto, mientras fabricamos bombas
exterminadoras de almas perdidas.
Como refugiarse en el caos del engaño y la desventura despiadada que convierte
en hielo seco la hierba mojada, cuando todo es tan simple, que de abstemia
felicidad nos pinta la cara, que solo de vivir se trata, antes que las cuerdas que
siempre están ahí agazapadas, para ahogarnos el último aliento, decidan por uno
y marquen un tiempo asesinado a golpes de minutos descartados, de palabras
que mueren de viejas, antes de cortar el cordón, que nos ata a otras palabras
servidas en bandejas deslucidas, que masticamos y escupimos con estúpida
convicción, sin ninguna certeza contraída.
Como salir de los círculos concéntricos de miedos carcomidos, que atacan y
maltratan, que de tan reiterativos, creemos conocer, sin evitar siquiera hacerles
una mueca esquiva, a ese éxito efímero, para el que creemos haber nacido.
Como huir de la única verdad universal, que es nuestro paso difuso, por un
camino de luces intermitentes a las que nos aferramos con uñas y dientes, que
mas tarde que temprano declinan sin haberse elevado, en el mar atrapados en
un frasco de cristal, envuelto para regalo.
Tenaz fuerza del ocaso, nos oprime y nos empuja a ganar una partida, perdida de
antemano, pero que vale la pena desafiar a golpes de saltar de la cornisa,
tendiendo una mano para que nos salven y la otra para salvar.
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