Me gusta cuando amanece otoño, así e repente, respirando fuerte
en la nuca del verano, olvidando el sudor que todavía exhala el eco
de marzo.
Me gusta ver la danza erótica de los árboles, desnudos, impúdicos
desprendiendo su lastre, rasgando sus hojas que crujen de viejas con
sus colores ocres.
Me gustan los soles tibios que resisten estoicos , como los abrazos de
despedida, en pié, pero trémulos, abriendo grietas, cerrando heridas.
Me gustan los días de lluvia finita y constante, mirarlos a través de
los cristales de bares desvencijados y añejos que guardan tantos y tontos
secretos.
Me gustan las calles que bajan al río en atardeceres grises manchados
de frio.
Me gusta refugiarme debajo de un alero, mirar a la gente, tan pintoresca
de pronto en campera de pronto en chancletas.
Me gusta respirar el olor del asfalto, que si cierro los ojos me asemeja
tierra.
Me gusta pensar que cuando llega el otoño la naturaleza es eterna, se
desviste y si muestra , sin maquillaje, sin falsos disfraces..
Me gusta Buenos Aires, con la vida de abril entre las venas, porque
vibra, ebulle y se levanta majestuosa y renovada.
Me gusta esa angustia en el pecho de empezar de cero, pensar que
puedo renacer , vaciar la mochila y dejar que todas esas penas tan
profundas y dolidas, queden esparcidas por ahí y seguir hacia el río
buscando algo nuevo, alejando el estío.
Mirar el ocaso dormido en mis brazos, tocarme los labios pensando
en los tuyos, soñando que el próximo otoño será nuestro encuentro,
distante, tardío, trémulo y vacío, cuando juntos bajando hacia el río
plagado de hojas apenas marchitas, que navegan huérfanas hasta la
otra orilla, nos empuje fuerte y nos aleje de la cobardía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
la que modera los comentarios es rubia, sabrán entender, ustedes tranquilos, comenten sin miedo, eso de la moderación es puro cuento, porque además de rubia es ARGENTINA.