Cuando Lucia se dio cuenta que había reencarnado en una pequeña
e indefensa crisálida, encapsulada en forma de larva, tan solo esperando
que llegue la ansiada metamorfosis, ya casi experta, sin saber siquiera como
se había enterado de tanto, deambulando sin rumbo, sin saber si
finalmente sería una mosca, una polilla o una abeja. Que locura!!, hasta
hace nada, estaba preocupada por llegar a fin de mes, o por esos zapatos
que tanto quería, por la lluvia intermitente y el pelo que se le erizaba,
y ahora apenas podía moverse dentro de una cápsula, especie de útero
materno, que la contenía. ¿ Como podía ser? Lo ultimo que recordaba
era un ruido sordo de vidrios y golpes, cayendo despacio en un abismo
y después nada, unas luces lejanas como de luciérnagas y un silencio
de bosque nocturno, que porque sí, no le resultaba extraño.
Alguien le susurro, eres una crisálida, y ella no entendió, otro le gritó
despacio, si te atreves puedes ser mariposa, no todas lo logran, no es
distinto a tu forma humana, sigues siendo fémina, y las crisálidas somos
la metáfora de esa realidad, porque siempre estamos en fase de transición
hacia la metamorfosis , siempre luchando y trabajando mucho, para poder
conseguir y alcanzar la tan ansiada igualdad, entre machos y hembras.
Que destino cruel pensó Lucía. No hay forma de conseguir la libertad,
sin esta pelea constante por sobrevivir, por salir ilesa, yo no quiero ser
mosca, quiero ser mariposa, la más bella de todas, la que se pose sobre
la flor mas hermosa, la que recorra la aurora boreal y los atardeceres
del fin del mundo, la mariposa que nadie puede conseguir, que no tiene
dueño ni lugar. Lucía quería, Lucía luchaba en una cápsula y así de
repente le crecían alas y un cuerpo de tres partes, se volvía adulta, se
volvía sabia, la capsula se abría y Lucía emergía majestuosa, rompiendo
su cárcel, abriendo el capullo para salir naciendo, hinchada de orgullo.
Quizás algún niño, se hiciera con ella, quizás terminase en alguna botella,
atrapada por alguien que de tanto amarla, la prefiera pétrea, antes que
perderla.
No sé, pensó Lucía, si seré capaz, pero si sé que esta vez no perderé mi
oportunidad de volar, por corta que sea mi vida, si vuelo, seré eterna.