Buenos Aires, 15 de enero de 2011.
De Pehuajo a la eternidad.
Como decirte adiós? Es imposible, no hay adiós que valga
porque te llevo en mí, porque has sido mi inspiración y mi
ejemplo, me has acompañado desde siempre, con esa rara
familiaridad, que dan los que nos hablan al oído y nos cuentan
historias de cuando éramos niños, con ese conocimiento total
de tocar la fibra latente en nuestro corazón adulto, que persiste
estoico los embates del tiempo.
Me acune en cada una de tus frases y me sentí valiente con tu
osadía, en tiempos donde ser vos misma era como caminar
atada a una bomba de tiempo.
Devore tu mundo del revés y lo desentoné a los gritos, dormí a
mis hijos entre tortugas viajeras y rock de monos no tan lisos,
me enfrenté a mis miedos cantando al sol como las cigarras,
que vuelven de la guerra, y me desvestí ante los ejecutivos como
una reina batata. Tu valor fue el mío y aunque nunca encontré nada
en París, el viaje y la valentía de hacerlo, valieron la alegría.
Con vos se va lo más dúctil , sencillo y encomiable de la literatura
de habla hispana, tu alma de niña indómita hoy vuela libre, dejando
marcas a fuego en cada rincón de la memoria. Entre balas rastreras
y mentes asesinas, pusiste un país de no me acuerdo, para que nunca
olvidemos el horror de los que fueron arrojados al mar, en pedazos desvalidos.
Que suerte haber coincidido en tiempo y espacio, bajo la misma bandera
celeste y blanca, que hoy flamea triste por tu partida.
Yo te llevaré conmigo María, como un estandarte, te nombraré en cada
palabra que escriba, porque me hiciste bien y porque vos sos vida.
Chapó María Elena, buen viaje amiga mía. Esto no ha hecho más que
empezar, porque por siempre y para siempre estarás latiendo en nuestras
vidas.
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