Naufragar en un mundo de fantasmas
vagar con el alma atormentada, con las
venas rotas en medio de una tormenta de arena.
Abrir los ojos y sentir vidrio molido
en las pupilas, amordazar el grito contenido,
hacerlo eco despavorido, rasgarse los labios
secos y callados, beberse las lágrimas a cada
bocado, sentir una roca en el pecho, que se
deshace a girones, lacerando faringe, pulmones
hasta el mismísimo vientre.
Respirar profundo hasta parar los latidos, beber
el silencio que se derrumba en ladridos.
Buscar en el alma los ecos dormidos, de un
amor que lastima, sana y castiga.
Romperse en minúsculas partículas de abandono,
podrido, despiadado.
Invocar al destino, hincarse de rodillas, clavarse
puñales, agrandar la herida, todo vale, nada
importa, que el alma se encoja y se haga
invisible.
Caer al vacío, lanzarse a la nada, con solo
la piel vestido, inerte y desangrado, todo
y mas lo entrega un corazón, por no ser olvidado.
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