UN CUENTO DE KETY MANGIONE
POST. POR K.M. 24/02/2013
y otro crimen quedará sin resolver....
Herminda Vallejos, todos los segundos
martes de cada mes, se ponía su mejor vestido, uno que tenia guardado
bien escondido al fondo del ropero, blanco con un galones de
pasamanería decorado incaico de color turquesa intenso, no era muy
largo, le llegaba hasta las rodillas, prolijo y sencillo se ajustaba
perfectamente a su cuerpo curvilíneo y rellenito, se soltaba el pelo,
se lo peinaba muchas veces hacia un costado, acompañaba el modelito
con una carterita chiquita como un monedero de color violeta oscuro.
A las 4 de la tarde en punto llegaba a
la plaza del pueblo, siempre llegaba 15 minutos antes para disfrutar
un poco el paisaje, en este mes del año primaveral y verduzco. A las
cuatro y cuarto en punto se oía el rugir del motor de la moto
acercándose a velocidad moderada, las hojas que estaban desparramadas
por el suelo de la plaza se arremolinaban y todo el mundo
desaparecía, ella se quedaba sola sentada en la plaza y frente a
ella había una enorme montaña de hojas de todos los tonos de verdes
y amarillos, el hidalgo y caballero dejaba la moto atrás de la verja
de madera y corría a su encuentro con un enorme ramo de flores
frescas y perfumadas. Unos minutos después estaban revolcados y
fundidos sobre el colchón de hojas, haciendo el amor desesperadamente,
el recorría cada rincón de su cuerpo, despacio al principio, voraz y
apurado en medio y lento y agitado al final, ella lo abrazaba con
todo lo que tenia, con las piernas, con los brazos, con las manos,
con los ojos y con la risa ahogada y discontinua. Antes de irse el la
besaba amorasamente en las mejillas y peinaba con sus dedos los
alboratados cabellos de Herminda Vallejos. El se iba en su moto, ella
se iba a su casa, ese día todo le salía más que bien, la tortilla
alta y esponjosa, la ensalada en su punto justo y el pollo a la
parrilla era un manjar irrenunciable, aunque nadie se daba cuenta. Su marido llegaba como siempre cansado, callado y arisco, se quitaba los
zapatos y se desparramaba en un viejo sillón a esperar el llamado
para cenar, sus hijos un varón y una mujer adolescentes se hacían
presentes con sus eternas riñas y discusiones peleando por ocupar el
baño y despotricando por vivir en una casa donde solo hubiera uno.
Ella etérea y divina, disponía la mesa y escuchaba en su interior su
propia música, las imagenes de la tarde en el parque volvían a ella
una y otra vez, y solo pensaba en el próximo mes y en próximo
martes, como venia sucediendo desde hacia siete años.
Una noche, mientras cenaban en silencio
y con caras adustas y enojosas, quizás por alguna pelea de esas que
nunca faltaban, el noticiero escupía informaciones de todo tipo,
corrupción, un hombre que había quemado a su pareja, un policía
muerto al intervenir en un asalto en un supermercado y un
motociclista muerto en un accidente frente a la plaza de la
Constitución en extrañas circunstancias.
Herminda Vallejos se paro y recogió las
manos en el delantal que llevaba sobre la falda, se acercó al
televisor hasta quedar con la cara pegada a la pantalla, sus hijos le
gritaban y su marido atinó a correrla empujándola suavemente hacia
atrás, pero ella no se movía, se quedo ahí horas, aún cuando la
tele local daba la señal de ajuste. Al día siguiente era martes, el
segundo martes del mes, ella se vistió como siempre y fue a la plaza
a las 4 en punto, espero, espero pero el nunca llego, entonces fue a
todos los negocios de la cuadra y les pregunto a todos por el
motorista, la gente decía no conocerlo, pero que era un chico joven
que al momento de morir llevaba un ramo de flores y una carta para su
amada, lo bautizaron el motoquero enamorado. Ella Herminda Vallejos
les decía a todos que era su amante y que la carta era para ella, y
que desde hacia 7 años ellos se juntaban siempre el segundo martes
de cada mes en esa misma plaza. La gente creyó que la pobre Herminda
había enloquecido, que la menopausia hacía estragos en ella. Sus
hijos se avergozaban de ella y ya ni salían por el barrio por temor
a que la gente les hiciera algún comentario sobre su atontada madre.
Su marido arisco y resignado simplemente no le hablo más y ella ni
siquiera se dio cuenta.
El segundo martes del mes de Abril, en
un otoño gris y destemplado Herminda Vallejos se levantó más
temprano que de costumbre, todos habían salido ya de la casa, busco
su vestido blanco con pasamaneria turquesa intenso, se lo puso y notó
que le quedaba muy grande, lo ajusto con ganchitos acá y allá y
agregó un cinturón ancho y ostentoso a su delgada cintura, se soltó
el pelo deslucido y pajoso, y con el corazón desbordado de ansiedad,
salió al patio y miro hacia el cielo plomizo y difuso, los arboles
se desprendían de su follaje ante su mirada, las flores esparcían por
todo el patio sus pétalos achicharrados y débiles y un ruido potente
la sobresaltó de repente, era el rugir del motor de una moto que
intempestivamente atravesó la medianera lindante y se metió de
lleno en el patio derribando todo lo que encontraba a su paso, las hojas de colores verdes y amarillos se arremolinaron formando un
colchón en un rincón de la vieja terraza, él, hidalgo y caballero
bajo raudamente de la moto y tomó a Herminda Vallejos en sus brazos,
se besaron y se abrazaron con todo lo que tenían, con los brazos, con
las manos, con la risa, él le alizó los pajosos cabellos con los
dedos hasta dejarlos lisos y brillantes, ella lo beso en las
mejillas una y otra y otra vez.
Cuando su marido llego a casa, la busco
en silencio, por cada cuarto, en la cocina, en el único baño, no la
llamó en voz alta, solo la buscaba, finalmente se sentó en el viejo
sillón a esperar que apareciera. Sus hijos llegaron y preguntaron al
padre donde estaba Herminda Vallejos, su madre, el negó con la
cabeza y con los hombros, ellos la buscaron en los cuartos, en la
cocina y en el único baño y finalmente fueron al patio,
estupefactos vieron una moto estrellada contra la medianera y en el
piso un vestido blanco con adornos de pasamaneria inca de un turquesa
intenso, un cinturón de charol ancho y ajado y unos mocacines
gastados, que no conocían y no habían visto nunca en su vida.
La policía investigó, tomo nota, hizo
pericias y busco huellas, colgaron y pegaron fotos de Herminda
Vallejos en todos los postes de luz, en los supermercados y
carnicerías del barrio e incluso fueron a la tele a pedir que si
alguien había visto a Herminda que avise,en el pueblo se tejían todo
tipo de conclusiones, que se había vuelto loca del todo, que un ovni
se la había llevado, que se había ido en un barco de carga o que su
marido la había matado y enterrado en el patio. De la moto nadie
hablaba y del amor menos que menos.
Delfina Valdés Castro Me encanto!
ResponderEliminarmaravilloso, un cuento donde la palabra amor, a pesar de estar solo una vez, derrama ese sentimiento por todas partes.
ResponderEliminarMaria DiPasquale muy romantico,pero tragico,
ResponderEliminarsabe muy bien empezar un lunes lluvioso con tan buena literatura, sabe muy pero muy bien.
ResponderEliminarIMPECABLE, IMPERDIBLE, TUS PERSONAJES SON TAN RECONOCIBLES QUE EMOCIONAN Y LLEGAN AL CORAZON.
ResponderEliminarmuy pero muy pero muy bonito, conmovedor, un canto a la utopia.
ResponderEliminarbello relato una demostración más de tu versatilidad y tu manera de contar con tanto detalle cosas intangibles. Hermoso.
ResponderEliminartana tana tana, sos como la gardela de las letras, cada día escribis mejor, cosas más lindas, más profundas, más sentidas. Te quiero y este cuento me lo guardo en el corazón es magnifico.
ResponderEliminarEL RELATO ES GRANDIOSO, PERO EL DIBUJO ES UN GOLAZO DE MEDIA CANCHA, LA VERDAD TANA QUE TENES MAS PROPIEDADES QUE EL ALOE VERA DE VERDAD, QUE MINA TALENTOSA CARAMBA!!!!!
ResponderEliminarme encantó, me encantó es una increible historia de amor y aunque por ahí dijeron que es trágica para mí tiene un final más que feliz.
ResponderEliminarpla pla pla pla obvio de pié.
ResponderEliminarMartina Castro Fan Clú Buenísimo!
ResponderEliminarque lindo cuento, gracias mil gracias por haberme regalado un momento de emocion,ternura y porque no la ilucion de pensar que quizas un dia llegue un gallardo hombre gentil atravesando todos los muros posibles para llevarme al fin al tan ansiado lugar donde solo exista la honestidad, lealtad y AMOR,AMOR,AMOR,en todos los modos posibles.
ResponderEliminarla historia del fantasma amor, me gustó mucho, da para seguir o iniciar una novela o hacer un corto amoroso/fantasmal que creo que sabés es una de mis preferencias escriturales relativas, el amor es una fantasía fantasmal! pero se extraña igual. Qué loco Coco. Besos en las rayassssssssssssssss........... o rayadassssssssssssssssssssssss..............
ResponderEliminar₪Irma, la más duclce₪
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fantasía, amor, miedo al ridiculo, soledad, la vida que nos pasa, eso es la vida.
ResponderEliminarmi nombre es Candelaria y vivo tarragona, soy Argentina de Córdoba te conocí por Orsai y tu comentario en la última nota de redacción, entre ahora a tu página..te felicito es muy autentica!
ResponderEliminarQUERIDA AMIGA Y ABUELA MARAVILLOSA, CUANTO AMOR EN TUS RELATOS ES PARTE DE NUESTROS SUEÑOS SENTIR COMO TU PROTAGONISTA, ESE CABALLERO ANDANTE Y EL SALTO EMOCIONADO DE MARIPOSAS EN LA PANZA, CUANTA REALIDAD HAY EN CADA DETALLE, Y QUE VALIENTE SOÑAR, SOÑAR, HASTA VIVIRLO . A NUESTRA EDAD Y CON LA REALIDAD DE CADA DIA, LEER TU NOTA ES VOLVER A ADOLECER AUNQUE EL FINAL ES MAS EDIFICANTE QUE LOS PUENTES DE MADISON. GRACIAS POR LLEGAR AL CORAZON Y A LOS SINCEROS SENTIMIENTOS. APROVECHO ESTAS LINEAS PARA CELEBRAR DESDE AQUI CON AMOR EL PRIMER MES DE TU PRINCESA EL 2 DE MARZO. GRACIAS!
ResponderEliminarMuy linda historia, tiene mucho de cotidiano, de la necesidad de ser vista por quen amas y a veces anda un poco distraido y no se da cuenta que el momento de decir te quiero es hoy- Te felciito hermana. Mabel desde Buenos Aires
ResponderEliminarImpecable por donde se la mire. Increible historia real llevada a la fantasia. Te quiero ma y cada vez escribis mejor.
ResponderEliminarSiempre q sea una historia de amor bienvenida sea...cada vez mejor kety.
ResponderEliminarMarche